domingo, 29 de mayo de 2011

Capítulo LXXIV. De cómo don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo, y su muerte.

Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siem-

pre en declinación de sus principios hasta llegar a su

último fin, especialmente las vidas de los hombres, y co-

mo la de don Quijote no tuviese privilegio del cielo pa-

ra detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento

cuando él menos lo pensaba;[…]

Llamaron sus amigos al médico, tomole el

pulso, y no le contentó mucho, y dijo que, por sí o por no, aten-

diese a la salud de su alma, porque la del cuerpo corría peli-

gro. Oyolo don Quijote con ánimo sosegado, pero no lo oye-

ron así su ama, su sobrina y su escudero, los cuales comen-

zaron a llorar tiernamente, como si ya le tuvieran muerto de-

lante. Fue el parecer del médico que melancolías y desabrimien-

tos le acababan. Rogó don Quijote que le dejasen solo, por-

que quería dormir un poco. Hiciéronlo así y durmió de

un tirón, como dicen, más de seis horas[…]

Yo tengo juicio

ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignoran-

cia, que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyen-

da de los detestables libros de las caballerías. Ya conoz-

co sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que

este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja

tiempo para hacer alguna recompensa, leyendo otros

que sean luz del alma. Yo me siento, sobrina, a punto de

muerte; querría hacerla de tal modo, que diese a en-

tender que no había sido mi vida tan mala que dejase

renombre de loco, que, puesto que lo he sido, no querría

confirmar esta verdad en mi muerte[…]

Dadme albricias, buenos señores,

de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alon-

so Quijano, a quien mis costumbres me dieron renom-

bre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de

toda la infinita caterva de su linaje, ya me son odiosas

todas las historias profanas del andante caballería, ya

conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron

haberlas leído, ya, por misericordia de Dios, escarmentan-

do en cabeza propia, las abomino[…]

Los de hasta aquí –replicó don Quijote–, que han sido ver-

daderos en mi daño, los ha de volver mi muerte, con ayu-

da del cielo, en mi provecho. Yo, señores, siento que me

voy muriendo a toda priesa; déjense burlas aparte, y

tráiganme un confesor que me confiese y un escriba-

no que haga mi testamento, que en tales trances como

este no se ha de burlar el hombre con el alma[…]

y una de las señales por donde conjeturaron se

moría fue el haber vuelto con tanta facilidad de loco a

cuerdo, porque a las ya dichas razones añadió otras mu-

chas tan bien dichas, tan cristianas y con tanto concierto,

que del todo les vino a quitar la duda, y a creer que

estaba cuerdo[…]

volviéndose a Sancho, le dijo: –Perdóname, amigo, de la

ocasión que te he dado de parecer loco como yo, hacién-

dote caer en el error en que yo he caído, de que hubo y

hay caballeros andantes en el mundo[…]

Ítem, suplico a los dichos señores mis albaceas

que si la buena suerte les trujere a conocer al autor que di-

cen que compuso una historia que anda por ahí con el títu-

lo de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la

Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser

pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber

escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escri-

be1 […]

y que el tal testimonio pedía para quitar la

ocasión de algún otro autor que Cide Hamete Benenge-

li le resucitase falsamente, y hiciese inacabables historias

de sus hazañas2.Este fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la

Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntual-

mente, por dejar que todas las villas y lugares de la Man-

cha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por

suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por

Homero. […]

1. 1. ¿Qué quiere decir Alonso Quijano en la reseña 1? ¿y en la 2?

2. 2. ¿Crees que don Quijote estaba loco en sus aventuras o simplemente salió a buscar aventuras sabiendo que los caballeros andantes ya no existían? Si crees que estaba loco ¿por qué se volvió cuerdo de repente?

3. 3. ¿Qué quieren decir estas expresiones que aparecen en el texto? “Por si o por no;” “que melancolías y desabrimientos le acababan;” “sin las sombras caliginosas de la ignorancia.”

4. 4. ¿Por qué Cide Hamete no quiere poner el lugar donde murió Alonso Quijano?

lunes, 23 de mayo de 2011

Sancho, como gobernador de una ínsula.

De cómo el gran Sancho Panza tomó la posesión de su ínsula y del modo que comenzó a gobernar

Oh perpetuo descubridor de los antípodas, hacha del mundo, ojo del cielo, meneo dulce de las cantimploras , Timbrio aquí, Febo allí, tirador acá , médico acullá, padre de la poesía, inventor de la música, tú que siempre sales y, aunque lo parece, nunca te pones! A ti digo, ¡oh sol, con cuya ayuda el hombre engendra al hombre !, a ti digo que me favorezcas y alumbres la escuridad de mi ingenio, para que pueda discurrir por sus puntos en la narración del gobierno del gran Sancho Panza , que sin ti yo me siento tibio, desmazalado y confuso.

Digo, pues, que con todo su acompañamiento llegó Sancho a un lugar de hasta mil vecinos, que era de los mejores que el duque tenía. Diéronle a entender que se llamaba «la ínsula Barataria», o ya porque el lugar se llamaba «Baratario» o ya por el barato con que se le había dado el gobierno . Al llegar a las puertas de la villa, que era cercada , salió el regimiento del pueblo a recebirle , tocaron las campanas y todos los vecinos dieron muestras de general alegría y con mucha pompa le llevaron a la iglesia mayor a dar gracias a Dios, y luego con algunas ridículas ceremonias le entregaron las llaves del pueblo y le admitieron por perpetuo gobernador de la ínsula Barataria.(…)

Finalmente, en sacándole de la iglesia le llevaron a la silla del juzgado y le sentaron en ella, y el mayordomo del duque le dijo:

—Es costumbre antigua en esta ínsula, señor gobernador, que el que viene a tomar posesión de esta famosa ínsula está obligado a responder a una pregunta que se le hiciere que sea algo intricada y dificultosa, de cuya respuesta el pueblo toma y toca el pulso del ingenio de su nuevo gobernador y, así, o se alegra o se entristece con su venida.


En tanto que el mayordomo decía esto a Sancho, estaba él mirando unas grandes y muchas letras que en la pared frontera de su silla estaban escritas, y como él no sabía leer, preguntó que qué eran aquellas pinturas que en aquella pared estaban. Fuele respondido:

—Señor, allí está escrito y notado el día en que vuestra señoría tomó posesión de esta ínsula, y dice el epitafio: «Hoy día, a tantos de tal mes y de tal año, tomó la posesión desta ínsula el señor don Sancho Panza, que muchos años la goce».

—¿Y a quién llaman don Sancho Panza? —preguntó Sancho.

—A vuestra señoría —respondió el mayordomo—, que en esta ínsula no ha entrado otro Panza sino el que está sentado en esa silla.

A este instante entraron en el juzgado dos hombres, el uno vestido de labrador y el otro de sastre, porque traía unas tijeras en la mano, y el sastre dijo:

—Señor gobernador, yo y este hombre labrador venimos ante vuestra merced en razón que este buen hombre llegó a mi tienda ayer , que yo, con perdón de los presentes, soy sastre examinado, que Dios sea bendito , y poniéndome un pedazo de paño en las manos, me preguntó : «Señor, ¿habría en esto paño harto para hacerme una caperuza?». Yo, tanteando el paño, le respondí que sí; él debióse de imaginar, a lo que yo imagino, e imaginé bien, que sin duda yo le quería hurtar alguna parte del paño, fundándose en su malicia y en la mala opinión de los sastres, y replicóme que mirase si habría para dos. Adivinéle el pensamiento y díjele que sí, y él, caballero en su dañada y primera intención , fue añadiendo caperuzas, y yo añadiendo síes, hasta que llegamos a cinco caperuzas, y ahora en este punto acaba de venir por ellas: yo se las doy, y no me quiere pagar la hechura , antes me pide que le pague o vuelva su paño.


—¿Es todo esto así, hermano? —preguntó Sancho.

—Sí, señor —respondió el hombre—, pero hágale vuestra merced que muestre las cinco caperuzas que me ha hecho.

—De buena gana —respondió el sastre.

Y sacando encontinente la mano de bajo del herreruelo mostró en ella cinco caperuzas puestas en las cinco cabezas de los dedos de la mano, y dijo:

—He aquí las cinco caperuzas que este buen hombre me pide, y en Dios y en mi conciencia que no me ha quedado nada del paño, y yo daré la obra a vista de veedores del oficio .

Todos los presentes se rieron de la multitud de las caperuzas y del nuevo pleito. Sancho se puso a considerar un poco, y dijo:

—Paréceme que en este pleito no ha de haber largas dilaciones, sino juzgar luego a juicio de buen varón ; y, así, yo doy por sentencia que el sastre pierda las hechuras, y el labrador el paño, y las caperuzas se lleven a los presos de la cárcel , y no haya más.

Si la sentencia pasada de la bolsa del ganadero movió a admiración a los circunstantes , esta les provocó a risa, pero, en fin, se hizo lo que mandó el gobernador. Ante el cual se presentaron dos hombres ancianos; el uno traía una cañaheja por báculo , y el sin báculo dijo:

—Señor, a este buen hombre le presté días ha diez escudos de oro en oro, por hacerle placer y buena obra, con condición que me los volviese cuando se los pidiese. Pasáronse muchos días sin pedírselos, por no ponerle en mayor necesidad de volvérmelos que la que él tenía cuando yo se los presté; pero por parecerme que se descuidaba en la paga se los he pedido una y muchas veces, y no solamente no me los vuelve, pero me los niega y dice que nunca tales diez escudos le presté, y que si se los presté, que ya me los ha vuelto. Yo no tengo testigos ni del prestado ni de la vuelta , porque no me los ha vuelto. Querría que vuestra merced le tomase juramento, y si jurare que me los ha vuelto, yo se los perdono para aquí y para delante de Dios.


—¿Qué decís vos a esto, buen viejo del báculo? —dijo Sancho.

A lo que dijo el viejo:

—Yo, señor, confieso que me los prestó, y baje vuestra merced esa vara ; y pues él lo deja en mi juramento, yo juraré como se los he vuelto y pagado real y verdaderamente.

Bajó el gobernador la vara, y, en tanto, el viejo del báculo dio el báculo al otro viejo, que se le tuviese en tanto que juraba, como si le embarazara mucho, y luego puso la mano en la cruz de la vara, diciendo que era verdad que se le habían prestado aquellos diez escudos que se le pedían, pero que él se los había vuelto de su mano a la suya, y que por no caer en ello se los volvía a pedir por momentos . Viendo lo cual el gran gobernador, preguntó al acreedor qué respondía a lo que decía su contrario, y dijo que sin duda alguna su deudor debía de decir verdad, porque le tenía por hombre de bien y buen cristiano, y que a él se le debía de haber olvidado el cómo y cuándo se los había vuelto, y que desde allí en adelante jamás le pidiría nada. Tornó a tomar su báculo el deudor y, bajando la cabeza, se salió del juzgado. Visto lo cual por Sancho, y que sin más ni más se iba, y viendo también la paciencia del demandante, inclinó la cabeza sobre el pecho y, poniéndose el índice de la mano derecha sobre las cejas y las narices, estuvo como pensativo un pequeño espacio, y luego alzó la cabeza y mandó que le llamasen al viejo del báculo, que ya se había ido. Trujéronsele, y en viéndole Sancho le dijo:

—Dadme, buen hombre, ese báculo, que le he menester.

—De muy buena gana —respondió el viejo—: hele aquí, señor.

Y púsosele en la mano. Tomóle Sancho, y, dándosele al otro viejo, le dijo:

—Andad con Dios, que ya vais pagado.

—¿Yo, señor? —respondió el viejo—. Pues ¿vale esta cañaheja diez escudos de oro?


—Sí —dijo el gobernador—, o, si no, yo soy el mayor porro del mundo, y ahora se verá si tengo yo caletre para gobernar todo un reino.

Y mandó que allí, delante de todos, se rompiese y abriese la caña. Hízose así, y en el corazón della hallaron diez escudos en oro; quedaron todos admirados y tuvieron a su gobernador por un nuevo Salomón .

Preguntáronle de dónde había colegido que en aquella cañaheja estaban aquellos diez escudos, y respondió que de haberle visto dar el viejo que juraba a su contrario aquel báculo, en tanto que hacía el juramento, y jurar que se los había dado real y verdaderamente, y que en acabando de jurar le tornó a pedir el báculo, le vino a la imaginación que dentro dél estaba la paga de lo que pedían. De donde se podía colegir que los que gobiernan, aunque sean unos tontos, tal vez los encamina Dios en sus juicios ; y más que él había oído contar otro caso como aquel al cura de su lugar , y que él tenía tan gran memoria, que a no olvidársele todo aquello de que quería acordarse, no hubiera tal memoria en toda la ínsula. Finalmente, el un viejo corrido y el otro pagado se fueron, y los presentes quedaron admirados, y el que escribía las palabras, hechos y movimientos de Sancho no acababa de determinarse si le tendría y pondría por tonto o por discreto.

Luego acabado este pleito, entró en el juzgado una mujer asida fuertemente de un hombre vestido de ganadero rico, la cual venía dando grandes voces, diciendo:

—¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo! Señor gobernador de mi ánima, este mal hombre me ha cogido en la mitad dese campo y se ha aprovechado de mi cuerpo como si fuera trapo mal lavado, y, ¡desdichada de mí!, me ha llevado lo que yo tenía guardado más de veinte y tres años ha, defendiéndolo de moros y cristianos, de naturales y estranjeros, y yo siempre dura como un alcornoque, conservándome entera como la salamanquesa en el fuego o como la lana entre las zarzas, para que este buen hombre llegase ahora con sus manos limpias a manosearme.

Preguntas.

1.Cuando Sancho llega a la puerta de la villa, ¿cómo le recibieron ?


2.¿Qué ponía en aquella pared del juzgado, a la cual miraba Sancho y al no saber leer pregunto que que eran esas
pinturas?

3.¿Quién y porqué entró en el juzgado dando fuertes voces ?

miércoles, 18 de mayo de 2011

Capítulo XVIII: De lo que sucedió a don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán, con otras cosas extravagantes

Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea;las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle;la bodega, en el patio; la cueva, en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso, le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea; y sospirando, y sin mirar lo que decía, ni delante de quién estaba, dijo:

-¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,

dulces y alegres cuando Dios quería!

¡Oh tobosescas tinajas, que me habéis traído a la memoria la dulce prenda de mi mayor amargura!

Oyóle decir esto el estudiante poeta, hijo de don Diego, que con su madre había salido a recebirle, y madre y hijo quedaron suspensos de ver la estraña figura de don Quijote; el cual, apeándose de Rocinante, fue con mucha cortesía a pedirle las manos para besárselas, y don Diego dijo:

-Recebid, señora, con vuestro sólito agrado al señor don Quijote de la Mancha, que es el que tenéis delante, andante caballero y el más valiente y el más discreto que tiene el mundo.

La señora, que doña Cristina se llamaba, le recibió con muestras de mucho amor y de mucha cortesía, y don Quijote se le ofreció con asaz de discretas y comedidas razones. Casi los mismos comedimientos pasó con el estudiante,que, en oyéndole hablar don Quijote, le tuvo por discreto y agudo.

Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego,pintándonos en ellas lo que contiene una casa de un caballero labrador y rico; pero al traductor desta historia le pareció pasar estas y otras semejantes menudencias en silencio, porque no venían bien con el propósito principal de la historia, la cual más tiene su fuerza en la verdad que en las frías digresiones.

Entraron a don Quijote en una sala, desarmóle Sancho, quedó en valones y en jubón de camuza, todo bisunto con la mugre de las armas: el cuello era valona a lo estudiantil, sin almidón y sin randas; los borceguíes erandatilados, y encerados los zapatos. Ciñóse su buena espada, que pendía de un tahalí de lobos marinos; que es opinión que muchos años fue enfermo de los riñones; cubrióse un herreruelo de buen paño pardo; pero antes de todo,con cinco calderos, o seis, de agua, que en la cantidad de los calderos haya alguna diferencia, se lavó la cabeza y rostro, y todavía se quedó el agua de color de suero, merced a la golosina de Sancho y a la compra de sus negros requesones, que tan blanco pusieron a su amo. Con los referidos atavíos, y con gentil donaire y gallardía, salió don Quijote a otra sala,donde el estudiante le estaba esperando para entretenerle en tanto que las mesas se ponían; que, por la venida de tan noble huésped, quería la señora doña Cristina mostrar que sabía y podía regalar a los que a su casa llegasen.
En tanto que don Quijote se estuvo desarmando, tuvo lugar don Lorenzo, que así se llamaba el hijo de don Diego, de decir a su padre:

-¿Quién diremos, señor, que es este caballero que vuesa merced nos hatraído a casa? Que el nombre, la figura, y el decir que es caballero andante, a mí y a mi madre nos tiene suspensos.

-No sé lo que te diga, hijo -respondió don Diego-; sólo te sabré decir que le he visto hacer cosas del mayor loco del mundo, y decir razones tan discretas que borran y deshacen sus hechos: háblale tú, y toma el pulso a lo que sabe, y, pues eres discreto, juzga de su discreción o tontería lo que más puesto en razón estuviere; aunque, para decir verdad, antes le tengo por loco que por cuerdo.

Con esto, se fue don Lorenzo a entretener a don Quijote, como queda dicho,y, entre otras pláticas que los dos pasaron, dijo don Quijote a don Lorenzo:

-El señor don Diego de Miranda, padre de vuesa merced, me ha dado noticia de la rara habilidad y sutil ingenio que vuestra merced tiene, y, sobretodo, que es vuesa merced un gran poeta.

-Poeta, bien podrá ser -respondió don Lorenzo-, pero grande, ni por pensamiento. Verdad es que yo soy algún tanto aficionado a la poesía y a leer los buenos poetas, pero no de manera que se me pueda dar el nombre de grande que mi padre dice.

-No me parece mal esa humildad -respondió don Quijote-, porque no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo.

-No hay regla sin excepción -respondió don Lorenzo-, y alguno habrá que lo sea y no lo piense.

-Pocos -respondió don Quijote-; pero dígame vuesa merced: ¿qué versos sonlos que agora trae entre manos, que me ha dicho el señor su padre que le traen algo inquieto y pensativo? Y si es alguna glosa, a mí se me entiende algo de achaque de glosas, y holgaría saberlos; y si es que son de justa literaria, procure vuestra merced llevar el segundo premio, que el primero siempre se lleva el favor o la gran calidad de la persona, el segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y el primero, a esta cuenta, será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades; pero, con todo esto, gran personaje es el nombre de primero.

-Hasta ahora -dijo entre sí don Lorenzo-, no os podré yo juzgar por loco;vamos adelante.

Y díjole:

-Paréceme que vuesa merced ha cursado las escuelas: ¿qué ciencias ha oído?

-La de la caballería andante -respondió don Quijote-, que es tan buena como la de la poesía, y aun dos deditos más.

-No sé qué ciencia sea ésa -replicó don Lorenzo-, y hasta ahora no hallegado a mi noticia.

-Es una ciencia -replicó don Quijote- que encierra en sí todas o las másciencias del mundo, a causa que el que la profesa ha de ser jurisperito, y saber las leyes de la justicia distributiva y comutativa, para dar a cadauno lo que es suyo y lo que le conviene; ha de ser teólogo, para saber darrazón de la cristiana ley que profesa, clara y distintamente, adondequieraque le fuere pedido; ha de ser médico y principalmente herbolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de sanar las heridas, que no ha de andar el caballero andante a cada triquete buscando quien se las cure; ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matemáticas, porque a cadapaso se le ofrecerá tener necesidad dellas; y, dejando aparte que ha de estar adornado de todas las virtudes teologales y cardinales, decendiendo a otras menudencias, digo que ha de saber nadar como dicen que nadaba el peje Nicolás o Nicolao; ha de saber herrar un caballo y aderezar la silla y el freno; y, volviendo a lo de arriba, ha de guardar la fe a Dios y a su dama;ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y, finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cuestela vida el defenderla. De todas estas grandes y mínimas partes se compone un buen caballero andante; porque vea vuesa merced, señor don Lorenzo, si es ciencia mocosa lo que aprende el caballero que la estudia y la profesa,y si se puede igualar a las más estiradas que en los ginasios y escuelas se enseñan.

-Si eso es así -replicó don Lorenzo-, yo digo que se aventaja esa ciencia a todas.

-¿Cómo si es así? -respondió don Quijote.

Lo que yo quiero decir -dijo don Lorenzo- es que dudo que haya habido, ni que los hay ahora, caballeros andantes y adornados de virtudes tantas.

-Muchas veces he dicho lo que vuelvo a decir ahora -respondió don Quijote-:que la mayor parte de la gente del mundo está de parecer de que no ha habido en él caballeros andantes; y, por parecerme a mí que si el cielo milagrosamente no les da a entender la verdad de que los hubo y de que los hay, cualquier trabajo que se tome ha de ser en vano, como muchas veces me lo ha mostrado la experiencia, no quiero detenerme agora en sacar a vuesa merced del error que con los muchos tiene; lo que pienso hacer es el rogaral cielo le saque dél, y le dé a entender cuán provechosos y cuán necesarios fueron al mundo los caballeros andantes en los pasados siglos, y cuán útiles fueran en el presente si se usaran; pero triunfan ahora, por pecados de las gentes, la pereza, la ociosidad, la gula y el regalo.

-Escapado se nos ha nuestro huésped -dijo a esta sazón entre sí don Lorenzo-, pero, con todo eso, él es loco bizarro, y yo sería mentecato flojo si así no lo creyese.

Aquí dieron fin a su plática, porque los llamaron a comer. Preguntó don Diego a su hijo qué había sacado en limpio del ingenio del huésped. A lo que él respondió:

-No le sacarán del borrador de su locura cuantos médicos y buenos escribanos tiene el mundo: él es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos.

[...]


-¿Cómo se llamaba el hijo de Don Diego de Miranda?

-¿Qué ciencia explica Don Quijote al hijo de Don Diego?¿En qué consiste dicha ciencia?

-¿En qué lugar se encuentra la casa de Don Diego de Miranda?

-Resume el fragmento de este capítulo.






domingo, 15 de mayo de 2011

Capitulos XX y XXI (Las bodas de Camacho)




Donde se cuentan las bodas de Camacho el rico, con el suceso de Basilio el pobre.

Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el luciente Febo con el ardor de sus calientes rayos las líquidas perlas de sus cabellos de oro enjugase [1], cuando don Quijote, sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie y llamó a su escudero Sancho,[...]

—Mas que haga lo que quisiere [8] —respondió Sancho—: no fuera él pobre, y casárase con Quiteria. ¿No hay más sino no tener un cuarto y querer casarse [*] por las nubes? A la fe, señor, yo soy de parecer que el pobre debe de contentarse con lo que hallare y no pedir cotufas en el golfo [9]. Yo apostaré un brazo que puede Camacho envolver en reales a Basilio; y si esto es así, como debe de ser, bien boba fuera Quiteria en desechar las galas [*] y las joyas que le debe de haber dado y le puede dar Camacho, por escoger el tirar de la barra y el jugar de la negra de Basilio. Sobre un buen tiro de barra o sobre una [*] gentil treta de espada no dan un cuartillo de vino en la taberna [10]. Habilidades y gracias que no son vendibles, mas que las tenga el conde Dirlos [11]; pero cuando las tales gracias caen sobre quien tiene buen dinero, tal sea mi vida como ellas parecen. Sobre un buen cimiento se puede levantar un buen edificio, y el mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero.[...]

Tras esta [*] entró otra danza de artificio y de las que llaman habladas [39]. Era de ocho ninfas, repartidas en dos hileras: de la una hilera era guía el dios Cupido, y de la otra, el Interés; aquel, adornado de alas, arco, aljaba y saetas; este, vestido de ricas y diversas colores de oro y seda.[...]

Donde se prosiguen las bodas de Camacho, con otros gustosos sucesos

Y como Sancho vio a la novia, dijo: —A buena fe que no viene vestida de labradora, sino de garrida palaciega [2]. ¡Pardiez que según diviso, que las patenas que había de traer son ricos corales [3], y la palmilla verde de Cuenca es terciopelo de treinta pelos [4]! ¡Y montas que la guarnición es de tiras de lienzo blanco [*][5]! ¡Voto a mí que es de raso! Pues ¡tomadme las manos, adornadas con sortijas de azabache! No medre yo si no son anillos de oro, y muy de oro, y empedrados con pelras [*] blancas como una cuajada [6], que cada una debe de valer un ojo de la cara. ¡Oh, hideputa, y qué cabellos, que, si no son postizos, no los he visto más luengos [*] ni más rubios en toda mi vida![...]

Íbanse acercando a un teatro que a un lado [*] del prado estaba [10], adornado de alfombras y ramos, adonde se habían de hacer los desposorios y de donde habían de mirar las danzas y las invenciones;[...]


A cuyas voces y palabras todos volvieron la cabeza, y vieron que las daba un hombre vestido, al parecer, de un sayo negro jironado de carmesí a llamas [12]. [...]

Y diciendo esto asió del bastón que tenía hincado en el suelo, y, quedándose la mitad dél en la tierra, mostró que servía de vaina a un mediano estoque que en él se ocultaba [20]; y puesta la que se podía llamar empuñadura en el suelo, con ligero desenfado y determinado propósito se arrojó sobre él, y en un punto mostró la punta sangrienta a las espaldas, con la mitad del acerada [*] cuchilla, quedando el triste bañado en su sangre y tendido en el suelo, de sus mismas armas traspasado.[...]

A lo cual replicó Basilio que en ninguna manera se confesaría si primero Quiteria no le daba la mano de ser su esposa, que aquel contento le adobaría la voluntad y le daría aliento para confesarse.[...]

Estando, pues, asidos de las manos Basilio y Quiteria, el cura, tierno y lloroso, los echó [*] la bendición y pidió al cielo diese buen poso al alma del nuevo desposado [30]. El cual, así como recibió la bendición, con presta ligereza se levantó en pie, y con no vista desenvoltura se sacó el estoque, a quien servía de vaina su cuerpo. Quedaron todos los circunstantes admirados, y algunos dellos, más simples que curiosos, en altas voces comenzaron a decir: — ¡Milagro, milagro! Pero Basilio replicó:

—¡No milagro, milagro, sino industria, industria![31][...]


Finalmente, el cura y Camacho con todos los más circunstantes se tuvieron por burlados y escarnidos [35].[...] Camacho y sus valedores tan corridos, que remitieron su venganza a las manos, y desenvainando muchas espadas arremetieron a Basilio, en cuyo favor en un instante se desenvainaron casi otras tantas, y tomando la delantera a caballo don Quijote[...] Consolado, pues, y pacífico Camacho y los de su mesnada [45], todos los de la de Basilio se sosegaron, y el rico Camacho, por mostrar que no sentía la burla ni la estimaba en nada, quiso que las fiestas pasasen adelante como si realmente se desposara; pero no quisieron asistir a ellas Basilio ni su esposa ni secuaces, y, así, se fueron a la aldea de Basilio, que también los pobres virtuosos y discretos tienen quien los siga, honre y ampare como los ricos tienen quien los lisonjee y acompañe.

Lleváronse consigo a don Quijote, estimándole por hombre de valor y de pelo en pecho. A solo Sancho se le escureció el alma, por verse imposibilitado de aguardar [46] la espléndida comida y fiestas de Camacho[...].

Resumen Se celebraban las bodas del rico Camacho y Quiteria, toda la boda era de altos lujos y era maravilloso hasta que apareció Basilio el cual deseaba casarse con Quiteria peor esta no lo eligió. Basilio interrumpió en la boda donde felicitando a los novios, cogió un bastón cuya punta era afilada y se lo clavó. Antes de morir quiso que le concediesen el deseo de casarse con su amada Quiteria. Dicho esto y con un poco de desgana de cumplir el deseo de Basilio por algunos de los presentes, el cura los casó, después Basilio se levantó del suelo y se sacó el puñal de su en sangrado cuerpo. Todo fue un plan de Basilio para tomar la mano de Quteria ya que sino se casaría con Camacho y no con él. Finalmente Camacho se quedó sin esposa, pero disfrutó de la lujosa fiesta.

Ejercicios

1.¿Qué divinidades de la mitología Grecorromana aparecen citados?¿Como lo llama al primero y con que lo representa; y al segundo dios,¿de quién era hijo?.

2.¿Por qué Sancho dice que es mejor para Quiteria casarse con el rico Camacho, que con el pobre de Basilio?.

3. Busca en el Cuadro de Manuel García (Museo del Prado): Cuatro personajes del capitulo (di sus nombres) y dos elementos que aparezcan citados en el texto.


miércoles, 11 de mayo de 2011

LA NOVELA DEL CURIOSO IMPERTINENTE (CAPÍTULOS XXXIII Y XXXIV)

Esta novela cuenta la historia de un caballero que pone a prueba la honestidad de su mujer pidiéndole a su mejor amigo que intente conquistarla. Finalmente ambos se enamoran y engañan al marido que resulta burlado por la impertinencia de su curiosidad.

—Así es la verdad —respondió Anselmo—, y con esa confianza te hago saber, amigo Lotario, que el deseo que me fatiga es pensar si Camila, mi esposa, es tan [*] buena y tan perfeta como yo pienso, y no puedo enterarme en esta verdad [20] si no es probándola de manera que la prueba manifieste los quilates de su bondad, como el fuego muestra los del oro [21]. Porque yo tengo para mí, ¡oh amigo!, que no es una mujer más buena de cuanto es o no es solicitada, y que aquella sola es fuerte que no se dobla a las promesas, a las dádivas, a las lágrimas y a las continuas importunidades de los solícitos amantes. Porque ¿qué hay que agradecer —decía él— que una mujer sea buena si nadie le dice que sea mala? ¿Qué mucho que esté recogida y temerosa la que no le dan ocasión para que se suelte, y la que sabe que tiene marido que en cogiéndola en la primera desenvoltura la ha de quitar la vida [22]? Ansí que la que es buena por temor o por falta de lugar, yo no la quiero tener en aquella estima en que tendré a la solicitada y perseguida que salió con la corona del vencimiento. De modo que por estas razones [23], y por otras muchas que te pudiera decir para acreditar y fortalecer la opinión que tengo, deseo que Camila, mi esposa, pase por estas dificultades y se acrisole y quilate en el fuego de verse requerida y solicitada, y de quien tenga valor para poner en ella sus deseos; y si ella sale, como creo que saldrá, con la palma desta batalla [24], tendré yo por sin igual mi ventura: podré yo decir que está colmo el vaso [*] de mis deseos [25], diré que me cupo en suerte la mujer fuerte, de quien el Sabio dice que «¿quién la hallará?» [26] (…) Y prosupuesto que ninguna cosa de cuantas me dijeres en contra de mi deseo ha de ser de algún provecho para dejar de ponerle por la obra [27], quiero, ¡oh amigo Lotario!, que te dispongas a ser el instrumento que labre aquesta obra de mi gusto, que yo te daré lugar para que lo hagas, sin faltarte todo aquello que yo viere ser necesario para solicitar a una mujer honesta, honrada, recogida y desinteresada. Y muéveme, entre otras cosas, a fiar de ti esta tan ardua empresa el ver que si de ti es vencida Camila, no ha de llegar el vencimiento a todo trance y rigor, sino a solo a tener por hecho lo que se ha [*] de hacer [28], por buen respeto [29], y, así, no quedaré yo ofendido más de con el deseo, y mi injuria quedará escondida en la virtud de tu silencio, que bien sé que en lo que me tocare ha de ser eterno como el de la muerte. Así que si quieres que yo tenga vida que pueda decir que lo es, desde luego has de entrar en esta amorosa batalla, no tibia ni perezosamente, sino con el ahínco y diligencia que mi deseo pide y con la confianza que nuestra amistad me asegura.
(…) En efecto, él, con toda diligencia, minó la roca de su entereza [6], con tales pertrechos, que aunque Camila fuera toda de bronce viniera al suelo [7]. Lloró, rogó, ofreció, aduló, porfió y fingió Lotario con tantos sentimientos, con muestras de tantas veras, que dio al través con el recato de Camila [8] y vino a triunfar de lo que menos se pensaba y más deseaba.
Rindióse Camila, Camila se rindió... Pero ¿qué mucho, si la amistad de Lotario no quedó en pie? Ejemplo claro que nos muestra que solo se vence la pasión amorosa con huilla [9] y que nadie se ha de poner a brazos con tan poderoso enemigo [10], porque es [*] menester fuerzas divinas para vencer las suyas humanas.

1-¿Por qué quiere Anselmo poner a prueba a su mujer? ¿Por qué elige a su mejor amigo, Lotario, como instrumento para llevar a cabo su propósito?
2-¿Cuál es el precio que Anselmo paga por su curiosidad?
3-¿Qué nos enseña esta historia?

martes, 3 de mayo de 2011

La liberación de los galeotes

En este fragmento, don Quijote se encuentra con una cadena de hombres condenados a hacer galeras y tras interesarse por la causa de la condena de estos, les ruega a los guardianes de los galeotes que los liberen, los guardianes se oponen a los deseos de don Quijote y se enzarzan en una violenta discusión en la que los galeotes aprovechan para escapar.

Don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos venían ansimismo con ellos dos hombres de a caballo y dos de a pie: los de a caballo, con escopetas de rueda, y los de a pie, con dardos y espadas; y que así como Sancho Panza los vido , dijo: -Esta es cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a las galeras.[...] —Pues, desa manera —dijo su amo—, aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables. [...] Llegó en esto la cadena de los galeotes y don Quijote con muy corteses razones pidió a los que iban en su guarda fuesen servidos de informalle y decille la causa o causas porque llevaban aquella gente de aquella manera. [...] Tras todos estos venía un hombre de muy buen parecer, de edad de treinta años, sino que al mirar metía el un ojo en el otro un poco. Venía diferentemente atado que los demás. [...] Preguntó don Quijote que cómo iba aquel hombre con tantas prisiones más que los otros . Respondióle la guarda porque tenía aquel solo más delitos que todos los otros juntos. [...] —Va por diez años —replicó la guarda—, que es como muerte cevil. No se quiera saber más sino que este buen hombre es el famoso Ginés de Pasamonte, que por otro nombre llaman Ginesillo de Parapilla. —Señor comisario —dijo entonces el galeote—, váyase poco a poco y no andemos ahora a deslindar nombres y sobrenombres. Ginés me llamo, y no Ginesillo, y Pasamonte es mi alcurnia, y no Parapilla, como voacé dice y cada uno se dé una vuelta a la redonda, y no hará poco. —Hable con menos tono —replicó el comisario. —Bien parece —respondió el galeote— que va el hombre como Dios es servido, pero algún día sabrá alguno si me llamo Ginesillo de Parapilla o no. —Pues ¿no te llaman ansí, embustero? —dijo la guarda. —Sí llaman —respondió Ginés—, mas yo haré que no me lo llamen, o me las pelaría donde yo digo entre mis dientes. Señor caballero, si tiene algo que darnos, dénoslo ya y vaya con Dios, que ya enfada con tanto querer saber vidas ajenas y si la mía quiere saber, sepa que yo soy Ginés de Pasamonte, cuya vida está escrita por estos pulgares. —Dice verdad —dijo el comisario—, que él mesmo ha escrito su historia. [...] —¿Y cómo se intitula el libro? —preguntó don Quijote. La vida de Ginés de Pasamonte —respondió el mismo. —¿Y está acabado? —preguntó don Quijote. —¿Cómo puede estar acabado —respondió él—, si aún no está acabada mi vida? Lo que está escrito es desde mi nacimiento hasta el punto que esta última vez me han echado en galeras. —Luego ¿otra vez habéis estado en ellas? —dijo don Quijote. —Para servir a Dios y al rey, otra vez he estado cuatro años [...] —respondió Ginés. —Hábil pareces —dijo don Quijote. —Y desdichado —respondió Ginés—, porque siempre las desdichas persiguen al buen ingenio. [...] Volviéndose a todos los de la cadena, dijo don Quijote: De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad. [...] y por ello quiero rogar a estos señores guardianes y comisario sean servidos de desataros y dejaros ir en paz. [...] ¡Donosa majadería! —respondió el comisario—. Váyase vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante y enderécese ese bacín que trae en la cabeza y no ande buscando tres pies al gato. —¡Vois sois el gato y el rato y el bellaco! —respondió don Quijote. Y, diciendo y haciendo, arremetió con él tan presto, que, sin que tuviese lugar de ponerse en defensa, dio con él en el suelo malherido de una lanzada [...] y los galeotes, viendo la ocasión que se les ofrecía de alcanzar libertad, no la procuraron romper la cadena donde venían ensartados.

PREGUNTAS: 1. ¿Quienes eran los galeotes? 2. ¿Que pide don Quijote a los guardianes que hagan con los galeotes? ¿Están de acuerdo los guardianes con el deseo de don Quijote? 3. Imagina que te condenan a hacer galeras ¿Cual seria la causa de tu condena?



domingo, 1 de mayo de 2011

LA AVENTURA DE LOS BATANES

En medio de la noche Sancho y don Quijote escuchan unos ruidos muy sospechosos cerca de donde se encuantran. Don Quijote quiere ir a investigar, pero Sancho, acobardado, ata las patas traseras de Rocinante para que éste no pueda moverse y se agarra de las piernas de D.Q.

(...) Tornole a poner las piernas, y él tornó a dar saltos y a estarse quedo: tanto estaba de bien atado. (Rocinante).

En esto, parece ser que el frío de la mañana que ya venía, o que Sancho hubiese cenado algunas cosas lenitivas, o que fuese cosa natural - que es lo que más se debe creer -, a él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él; mas era tanto el miedo que había entrado en su corazón, que no osaba apartarse un negro de uña de su amo. Pues pensar de no hacer lo que tenía gana tampoco era posible; y, así, lo que hizo, por bien de paz, fue soltar la mano derecha, que tenía asida al arzón trasero, con la cual bonitamente y sin rumor alguno se soltó la lazada corrediza con que los calzones se sostenían sin ayuda de otra alguna, y, en quitándosela, dieron luego abajo y se le quedaron como grillos; tras esto, alzó la camisa lo mejor que pudo y exhó al aire entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas. Hecho esto, que él pensó que era lo más que tenía que hacer para salir de aquel terrible aprieto y angustia, le sobrevino otra mayor, que fue que le pareció que no podía mudarse sin hacer estrépito y ruido, y comenzó a apretar los dientes y encoger los hombros, recogiendo en sí el aliento todo cuanto podía; pero, con todas estas diligencias, fue tan desdichado que al cabo al cabo vino a hacer un poco de ruido, bien diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo.
Oyolo don Quijote y dijo:
- ¿Qué rumor es ese, Sancho?
- No sé, señor - respondió él-. Alguna cosa nueva debe de ser, que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco.
Tornó otra vez a probar ventura, y sucediole tan bien, que sin más ruido ni alboroto que el pasado se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le había dado. Más como don Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos y Sancho estaba tan junto y cosido con él, que casi por línea recta subían los vapores hacia arriba, no se pudo excusar de que algunos no llegasen a sus naríces; y apenas hubieron llegado, cuando él fue al socorro, apretándolas entre los dos dedos, y con tono algo gangoso dijo:
-Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo.
-Sí tengo, - respondió Sancho-, mas ¿en que lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca?
-En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar - respondió don Quijote.
-Bien podría ser - dijo Sancho-, mas yo no tengo la culpa, sino vuestra merced, que me trae a dehoras y por estos no acostumbrados pasos.
-Retírate tres o cuatro allá, amigo - dijo don Quijote (todo esto sin quitarse los dedos de las narices) -, y desde aquí en adelante ten más cuenta con tu persona y con lo que debes a la mía; que la mucha conversación que tengo con tigo ha engendrado este menosprecio.
-Apostaré - replicó Sancho- que piensa vuestra merced que yo he hecho de mi persona alguna cosa que no deba.
-Peor es meneallo, amigo Sancho, -respondió don Quijote(...)
PREGUNTAS.
1. Resume este fragmento, cuenta lo que ocurre.
2. Significado de "peor es meneallo".
3. ¿Qué quiere decir don Quijote a Sancho con esta frase "En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar"?